miércoles, 13 de julio de 2011

La Culpa si es de la vaca

No crean que les voy a recomendar ese libro de autoayuda o algo por estilo, no y es no, pues no soy amigo de ese tipo de lectura; pero como siempre digo, respeto a todo aquel que le gusta y que incluso aplica todo lo que ese tipo de texto trae.
En esta entrega quiero hablarles o mejor dicho escribirles de una vaca, disculpen pero no me dio tiempo de preguntar su nombre, así que en adelante la llamaré simplemente “la vaca”. Antes de contarles las razones del por qué me dio por escribir de “la vaca”, tengo que decirles que la culpa fue de ella pues por andar fuera del corral tuvimos que decidir si “ella o yo”, o peor para ella y mejor para mi, si era “ella o nosotros”.
“La vaca”, como siempre, estaba por allí de su cuenta y sin nadie que aparentemente la gobernara, realenga pues, como dicen, como si con ella no fuera la cosa, se paseaba al costado de la carretera con su tremendo tamaño y sus manchas negras, insisto, como si fuera la dueña de todo y esclava de nada. Para más señas, muy parecida a la que aparece en el pote de leche Klim, para los que recuerden esa rica leche de Holanda que se vendía mucho por allá por los 70 y 80 en nuestra Venezuela saudita y que reuniendo un poco la conseguimos por estos lados de la guajira venezolana.
Desde hace tres meses viajo a la frontera con la hermana República de Colombia por el estado Zulia, y la veía (“la vaca”), y de verdad que poco me importaba y mucho menos yo a ella. A la velocidad que pasaba, repito viajando todos los santos días a la frontera, de ida y de vuelta, allí la veía, siempre pastando, si a eso que comía se le podía llamar pasto, pues en realidad es puro monte y culebra, literalmente.
El cuento es que ella que dibuja el paisaje que veo a través de la ventana, mientras pienso en lo grande que es el amor y en la inmortalidad de la vaca, digo del cangrejo. Resulta que por esas cosas de la vida, ella (“la vaca”) y yo estuvimos a la puerta de algún sitio que me imagino es lo que llaman cielo, pues todo estaba blanco y había muchas estrellas.
Ella (“la vaca”) y yo, después de tantas horas de camino recorrido, no tuvimos tiempo de presentarnos y por eso no me queda otra que llamarla “la vaca”, así impersonal y todo, y me da mucha pena pues todo aquel que tiene una vaca le pone algún nombre y a mí no me dio tiempo.
Esta mañana cuando viajaba a la guajira, ella (“la vaca”) decidió cambiar la vía y cruzó el camino dizque para tratar de probar el pasto del otro lado, donde veníamos a eso de 140 kilómetros por hora. Nosotros no la vimos gracias a un imprudente que sí la había visto y la evitó, tapándonos la visibilidad, y en fracciones de segundo, ella (“la vaca”) salió a nuestro encuentro y el chofer solo pudo medio esquivarla para que no nos diera de frente.
Gracias a Dios, a Mi Leya (por si no lo saben así le decía a mi viejita que está en el cielo desde hace 28 primaveras), a mío Pae Xangó, a San Benito, a mi Chinita bella y a todos la legión de santos que mi tía Ivón y mi tía Morocha me tienen “pa que me cuiden”, se los estoy contando a pesar de haber reventado el parabrisas del Mustang sedan, modelo 70, con mi cabeza; de que una compañera que estaba en el vehículo trago vidrios, literalmente, hasta por los ojos; el chofer tuvo rasguños en los brazos y el otro compañero conocido en nuestra Aduana como “El Pastor”, se aferró a la Biblia  que venía leyendo y no le pasó nada.
La que no tuvo la misma suerte que nosotros fue ella (“la vaca”) que en el mismo sitio, tomó el sendero del cielo donde van los animalitos que en medio de su inocencia casi nos matan. A ella “la vaca” mis oraciones y le prometo públicamente que cada vez que vuelva a pasar por allí (Las Pailas Negras), veré al cielo donde sé que estará caminado muy altiva buscando pasto de verdad, verdad.
Estas últimas líneas las quiero dedicar a los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana que a pesar de lo que dicen de ellos, respondieron rápido para auxiliarnos y estuvieron hasta último momento con nosotros para asegurarse que todo había sido un susto…eeelll susto…por allí nos vemos.
 



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