jueves, 26 de julio de 2012

A la Caracas que no extraño


Caracas está cumpliendo 445 años y nunca me hubiese parado a escribir nada de ella, pues a pesar de que fue la ciudad donde nací, solo me motiva lo que extraño a mi familia y al majestuoso Cerro Ávila, que me niego llamarlo Wuarairarepano (y que me perdonen mis ancestros indígenas).

Sí, es la capital de Venezuela y sí, está cumpliendo años, pero ¿cómo voy a extrañar una ciudad que para ir de un lado a otro te toma más de una hora?, ¿cómo voy a extrañar una ciudad que cada día es la prueba más clara de la polarización que existe en Venezuela? pues una cosa es de Plaza Venezuela al Oeste y otra es de Plaza Venezuela al Este o el Suroeste, como le quieran llamar.

Algunos se han empeñado en dividir a Caracas en una ciudad con habitantes, sin tener claro quienes, son de primera y otros son de segunda. Algunos se han empeñado en castigar a los que piensan distinto y los que piensan distinto a ver a los que no piensan como ellos, como enemigos y “potenciales invasores”.

Ya ni en el Metro se está en paz, muy lejos quedó aquello de sus inicios, donde los caraqueños que atravesaban la ciudad, asumían una conducta digna del primer mundo al descender las escaleras mecánicas que funcionaban. Ahora, por eso cuando visito Caracas, ni lo uso. Allí se refleja lo que es Caracas hoy.

No voy a negar que extrañe algunas cosas, pero muchas de ellas son del pasado, un pasado que como tal allí siempre estará. Extraño mis días en Radio Difusora Venezuela y cuando salía de la guardia y me podía ir hasta Sabana Grande y caminar descalzo hasta Chacaito, si como lo leen descalzo, sin zapatos, con ellos en la mano, para tomar la camioneta que me llevaría hasta El Hatillo. Extraño el Cineauto La Boyera, los de El Cafetal (no se dice del Cafetal ok), extraño mi colegio La Salle Tienda Honda, extraño mis años en la Casa que Vence las Sombras, mi amada UCV, extraño RCR, Jazz 95.5, pero lo que más extraño de todo, es a mi Leya (mi abuela paterna, mi mamá).

Con mi Leya recorrí las calles de Caracas, conocí el Teatro Municipal, La Catedral, La Plaza Bolívar, la esquina de La Pelota (allí estaba un almacén donde había muchos juguetes), La Candelaria y ni que hablar de los planes vacacionales en el Teatro Tilingo (cerrado este año) en la Biblioteca Mariano Picón Salas del Parque Arístides Rojas donde descubrí mi pasión por la radio y por lo que es mi vida…el Periodismo.

Hoy al cambiar el Ávila por el bello Lago de Maracaibo, lo poco (aunque la verdad es mucho) que extraño de Caracas, es mi familia. Aunque hable todos los días con mis tías, chatee con mi papá y de vez en cuando con mi hija Alejandra, y mucho menos con mi chamo Samuel, es lo único que extraño de Caracas, pues no puedo extrañar el caos, la polarización, el desorden, el empeño de algunos que aún dicen “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”.

No puedo extrañar que algunos se empeñen en destruirla y promuevan la construcción de adefesios y derriben la historia como si con eso la fuesen a borrar. No puedo extrañar que si vives en tal o cual lugar eres mejor o peor persona. No puedo extrañar que si no estas en tal o cual “bando” eres un traidor, un vendepatria, un lo que sea. No puedo extrañar nada de eso.

Aunque no extrañe nada de lo que tiene Caracas, igual le deseo cumpleaños feliz y desde lo más profundo de mi corazón espero que nunca le quiten el Ávila, no sólo por ser un pulmón vegetal, sino por lo que significa en la mente y en el corazón su imagen, para los que tomamos otro camino en busca de la felicidad.

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